viernes, 19 de febrero de 2010

El mejor amigo.


"Mi mejor amiga se llama Natalia. La conocí cuando no era más que un recién llegado. Me gustó porque huele a mandarinas, chocolate y jazmín y alguien así no puede caerle mal a nadie. En aquella época, yo había terminado mis estudios y tenía muchas ganas de trabajar donde más me necesitaran.
Antes vivía en Boadilla del monte, en la provincia de Madrid. Fue allí donde aprendí todo lo que sé. La primera vez que escuché el nombre de Natalia fue en sueños. Yo dormía la siesta cuando una voz dijo:"Espera aquí, Natalia, enseguida te presento a Bob. Ya verás como te cae bien."
A mí ella también me cayó bien enseguida. Me pareció la persona más alegre, divertida e inteligente que había conocido hasta aquel momento. Acababa de entrar en la Universidad. Su padre la acompañaba y me miraba todo el rato, como si nunca hubiera visto a alguien como yo o como si se preguntara si sabría ser amigo de su hija. A mí me daban ganas de decirle:"Tranquilo, señor, porque soy el mejor." Pero no lo hice, claro.
Natalia no dejó de sonreír. También extendió una mano y dijo:"Estoy segura de que nos lo vamos a pasar muy bien juntos".
Tenía toda la razón.
Desde ese momento, no nos hemos separado ni un momento. La acompaño a todas partes, madrugo con ella para llegar a la primera clase, me aburro con ella cuando llegan los exámenes, la miro saltar en sus clases de hip-hop y la acompaño a las fiestas. Una vez, Natalia me dijo:"Juntos somos imparables, Bob" y me sentí muy feliz.
A veces pienso en lo que pronto ocurrirá. Pienso que seré el primero en conocer a su novio. Tendrá que esforzarse en caerme bien, porque si no, Natalia dirá aquello que a veces le suelta a la gente antipática:"Si no quieres a Bob, no me quieres a mí".
Y cuando vivan juntos, yo viviré con ellos. Tendremos que buscar una habitación lo bastante grande para que quepamos los tres: Natalia, yo y el novio. A él le dejaremos un buen sitio, pero yo me quedaré donde siempre: lo más cerca posible de ella.
Y puede que un día, Natalia y su novio tengan un bebé. Lo he soñado muchas veces, porque me encantan los niños. Me llevo bien con ellos, y sé que yo también les gusto. A veces pienso que sería un buen canguro. Por eso me gusta imaginar a un bebé con aroma a mandarinas, chocolate y jazmín. No me costará nada quererle tanto como a su madre, eso seguro. Aunque tendré que hacer un esfuerzo, porque siempre que veo un bebé me ocurre que siento ganas de lamerlo. No lo puedo evitar. Lo encuentro tan mono que se me olvida todo lo que me enseñaron mis profesores, allá en el Fundación ONCE del Perro Guía.
Pero ¿a que por algo así merece la pena saltarse las normas?"

Care Santos.

1 comentario:

Anacronista dijo...

¡Princesa!
(arregle el teclado ¡No sé cómo! aunque tiene pinta de que si lo muevo, morirá nuevamente)
Hace días que no pasado por esto del mundo del blog...
Acabo de leer esto y me pareció muy tieeeeeerno y con aquellos finales que uno sabe deben sorprender pero no hubiese imagino este, efecto de venir despertando, quizá.
Se lo leí a mi papá que me miraba con cara curiosa y en el final ha soltado una risilla...
Pregunto ¿Dónde lo leíste?
Te dejo un abrazo :)