
El balanceo como motor único, el cielo al alcance de la sencillez de una mano...
Solo estirando un poco el brazo ya es mío, lo tengo, tan poderosos mis dedos como la más alta rama que casi lo rasga...
¡Quién fuera árbol para deshilachar esa nube!
¡Quién para hacer cosquillas molestas al mismo Dios viviendo para siempre en lo efímero!
¡Quién para anunciar primavera atrapándola entre las verdes yemas de la vulnerable mano!